OPINION. Pertenezco a una generacion que vio cómo para Argentina era muy bueno estar entre los 8 mejores -hasta 1998- del mundo para luego pasar a tener la ilusion de que, si se hacia todo bien y había un poco de suerte, se podía aspirar a más. Finalmente, a partir del 2002, llegó el tiempo del disfrute, con la Generacion Dorada, que aseguraba al televidente-espectador, la posibilidad de “ganar, gustar y hasta a veces gozar”. Hoy, con la frase de Julio Lamas – “Sabemos que no nos sobra, pero si optimizamos todos los recursos podemos intentar mantener los resultados de Beijing, aunque tengamos algunos años más”- resonando en los oídos, es como un volver al pasado pero con un presente que aún no se fue.
Y en éste presente donde hasta ayer eran más las dudas que las certezas -algunas declaraciones poco afortunadas de los integrantes del equipo; algunas otras que volvían a poner en el tapete el famoso tema de los agentes, el mismo que “denunció” el Colo Wolkowyski y que le valió su exclusión sin más de éste grupo al que le dio mucho más de lo que hoy se le reconoce- se mezclan la ilusion con el análisis objetivo que sigue viendo falencias. Quizás la gran pregunta sea ¿habrá esta vez la suerte del campeón que hará que ésas falencias aparezcan solo en los “momentos oportunos”? ¿O aparecerán cuando menos se las espera? De ello dependerá en gran medida la “suerte” de Argentina. Aunque hablar de “suerte” cuando se está en presencia de “cracks” como Ginóbili, Scola, Delfino, Nocioni, Prigioni, suena irrespetuoso.
Entonces habrá que cruzar los dedos, rezar para que “lleguen todos sanos” como pidió públicamente el base en algunas declaraciones y que sea allí, en el parqué, donde se dilucide todo.
Lo que sí esta claro es que la GD -por más que se trate de una version sumamente acotada, reducida de la misma- está presta a decir “presente” una vez más. Ojalá sea, por ellos y por todos los que queremos al basquetbol argentino, de la mejor manera.